La Plaza de Uncibay es una de las plazas más concurridas del Centro histórico de Málaga. Ocupa una superficie, de forma casi triangular, de aproximadamente 1160 m².
Está siempre muy animada y llena de gente que abarrota sus numerosos bares de tapas, terrazas y cafeterías.
Entre los edificios de la plaza destacan los números 4 y 9. El primero, atribuido a Fernando Guerrero Strachan, data de 1925, mientras que el segundo, de estilo neorracionalista, data de 1935 y es obra de Enrique Atencia Molina.
La plaza se reformó en 1989, según diseño de los arquitectos Luís Bono Ruiz de la Herrán y José Fernández Oyarzábal, que organizaron la plaza en dos niveles de acera con separación ondulante, presididos por un gran Obelisco y dieron protagonismo al agua y la escultura a través de un juego simbólico de fuentes y estatuas de bronce inspiradas en la mitología greco-romana.
El Obelisco-farola, de estilo Art Decó, tiene alusiones al antiguo cine «Málaga Cinema» que se encontraba en esta misma plaza.
Las esculturas, de motivos mitológicos, son obra del escultor malagueño José Seguiri y representan «El Rapto de las sabinas» y la «Muerte de Acteón».
La plaza debe su nombre al capitán vizcaíno Fernando de Uncibay, que participó en la toma de la ciudad junto a los Reyes Católicos y fue recompensado con tierras en Bezmiliana (Rincón de la Victoria) y el cargo vitalicio de regidor de Málaga.
Edificio Plaza Uncibay número 4, datado en 1925, atribuido a Fernando Guerrero Strachan
Plaza Uncibay
En la plaza de Uncibay y su entorno se encuentran tres grupos escultóricos realizados en bronce por el escultor malagueño José Seguiri (José López Garcia) que se denominan «Baño de Diana», «Acteón» y «El Rapto de las Sabinas».
Muy cerca de la plaza de Uncibay, en la intersección de la calle Granados con la calle Beatas, se encuentra una fuente formada por un vaso circular a ras de suelo que queda partido en dos por un paralelepípedo de piedra gris. Hacia la calle Beatas presenta cinco surtidores de bronce con forma de cabeza de perro y, en la cara que mira a la calle Granados, se encuentra el conjunto escultórico «Baño de Diana», obra de José Seguiri, también de bronce que representa un fondo rocoso sobre el que se desliza una cascada en la que juegan y saltan al agua alegremente un grupo de cuatro ninfas que acompañan a la diosa Diana en su baño, siendo observadas desde la esquina superior derecha por el cazador Acteón con uno de sus perros.
En el vaso existe un rebosadero que permite que el agua se deslice por una canaleta que recorre toda la calle de Granados hasta desembocar en otra fuente en la plaza de Uncibay. Se trata de otro vaso circular rehundido en el suelo con un potente surtidor vertical en su centro. Junto a la fuente hay otro conjunto escultórico de Seguiri que representa a Acteón huyendo de sus propios perros, que lo persiguen creyendo que es un ciervo.
Junto al Obelisco existe una tercera escena en la que un hombre levanta en volandas a una mujer, representando el hecho mitológico de «el Rapto de las Sabinas».
El baño de Diana
El rapto de las sabinas
Un día que la diosa Artemisa (Diana) se encontraba en el bosque tomando un baño acompañada de su coro de ninfas, la contempló desnuda el príncipe tebano Acteón que estaba cazando con sus perros.
Artemisa (Diana), enfadada, salpicó con agua el rostro de Acteón, transformándolo en un ciervo que fue devorado por sus propios perros sin saber que el ciervo al que daban caza era su propio dueño.
La diosa griega Artemisa (Diana para los romanos) había renunciado al matrimonio con dioses o mortales y era la diosa de la caza, los bosques y los animales y la protectora de la virginidad.